JUAN CUETO-ROIG
Nunca se había enfermado. Ni un simple catarro hizo mella en su robusta constitución. El hombre alardeaba constantemente de su inquebrantable salud. Dios lo castigó con la peor de todas las enfermedades: una larguísima vejez.
Nunca se había enfermado. Ni un simple catarro hizo mella en su robusta constitución. El hombre alardeaba constantemente de su inquebrantable salud. Dios lo castigó con la peor de todas las enfermedades: una larguísima vejez.
Muy bueno.
Sent from my iPhone
Excelente… 🙂
El gran Cueto!