JUAN CUETO-ROIG
Un día lluvioso
Una noche fuimos felices en aquel motel. Llovía. No hay nada como hacer el amor mientras llueve. Me habló de sus planes. Me abrazó duro. Me dijo: “Parece que me estoy enamorando.” Yo no supe qué decir. Sí supe, pero no dije nada. Miré el cielo gris a través de la ventana. La besé. Me senté en la cama. De pronto sonó el teléfono. Mi esposa, preocupada, quería saber si me faltaba mucho para llegar.
Preocupada no, precavida; la esposa temía que fuera a sorprenderla con su amante.
La luz
…El señor abrió la ventana buscando la luz del día, pero aún era de noche, de modo que decidió salir a la calle y observar su cuarto iluminado a través de la ventana.
Cuando el señor llegó a la acera, se tropezó con el vecino de enfrente que le dijo: “Óigame señor, estoy harto de sus extravagancias; por favor acabe de apagar la luz o cierre la ventana, son las tres de la mañana y no he podido pegar los ojos”.
El juicio
…Lo último que le vimos hacer antes de que le cayera el techo encima fue lanzar el saco por la ventana, cuando llegaron los bomberos, les pedimos permiso para abrirlo y fue cuando nos dimos cuenta de que estaba lleno de libros, señor juez.
Y como entre los libros salvados por el occiso no había ninguno de Ernesto G., ni de Maurice Sparks, ni de Juan Cueto-Roig, los volvimos a echar a las llamas.
¡Cueto con Sparks, ingeniosisimo plato! 🙂
Geniales!!!