Archive for August, 2013

The Visit

Posted: August 22, 2013 in corto

Satan2The Devil said it. He came and said it. We were sleeping, but we heard it all. We thought we had dreamed it; it was actually real though. He spoke in a loud voice. We didn’t understand some of the words since they were foreign. But we got most of it. Then he left. We stayed in bed until the morning. We got up and went outside. It was sunny and warm, just like he had said it was going to be. We took off our clothes and danced. We got loud. Then it started raining. We heard the sound of violins coming from the forest. We went inside and sat by the fireplace. We were all silent. But we knew.

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No vale la pena escribir. Lo he dicho miles de veces. Lo repito ahora que escribo y seguiré haciéndolo porque escucho voces que provienen de cuerpos a los que no puedo asesinar (de poder hacerlo, lo haría. Y digo cuerpos. Cuerpos). Son las tres de la mañana. Llevo dos meses sin dormir. Llevo el mismo tiempo escribiendo. A la semana intenté cortarme los dedos para dejar de teclear pero soy un cobarde. Todos los escritores lo somos. Además, somos miserables, mentirosos, vanidosos. Al ver la primera gota de sangre empecé a llorar. No fue el dolor lo que me detuvo. Fue observar una parte de mí abandonarme, temer que todo fuera a irse, que todo mi cuerpo se fuera y solo se quedara mi alma miserable. Temor de que aún sin dedos siguiera escribiendo. Es posible. Todo es posible.

Como poco. No lo necesito. Lo que necesito es dormir. No lo necesito, más bien lo extraño. Una noche hubo una tormenta muy fuerte y se fue la luz. Estuve a punto de quedarme dormido. Había tanta oscuridad. De pronto cayó un rayo en la casa de al lado y se incendió. La luz se coló por las ventanas y me puse de nuevo a teclear. He escrito miles de historias, pero los argumentos no cambian mucho. Estoy acabado. Pero no puedo parar. Ayer corté un tomate maduro y me lo comí con mucha sal. No había limón, una lástima porque me gustan mezclar estas tres cosas. También maté a un personaje que me estaba molestando (los personajes no son Cuerpos, gracias a Dios). Decía cosas muy estúpidas y quería imitarme. No sé, ciertas palabras que usaba, la manera en que miraba a las mujeres, su modo diabólico de tratarlas, no me quedó más remedio que asesinarlo. El pobre, no se lo esperaba. ¡Y la manera cruel en que murió! No les cuento porque un día lo leerán en el libro si lo llego a publicar. Mis dudas tengo. Siempre tengo dudas. Tú das dudas, me dicen. Y no es cierto. No las doy. Las soy. Soy una duda que camina. Bueno, que escribe. Extraño dormir. Una noche, mientras me masturbaba, sentí tanta debilidad que parecía que me iba desmayar. Si eso hubiera llegado a suceder, hubiera dormido una semana sin parar. Pero eyaculé con tanta fuerza (llevaba un mes sin hacerlo) que embarré las teclas de la máquina de escribir y me tuve que poner a limpiarlas. Mi pobre Underwood. No descansa.

El viernes pasado vino a verme el Editor. No habla. No me interrumpe. Solo se sienta frente a mí a observarme. Yo tampoco le dirijo la palabra. A veces recoge alguna que otra cuartilla (todas están regadas por el piso) y se pone a leer. Entonces hace unos sonidos guturales que no sé qué significan. No sé si le gusta o no lo que lee. Tampoco me importa. Quizás sí. Pero no dejo de teclear aun cuando no tenga nada que escribir. A veces escribo la misma palabra hasta el cansancio. El cansancio del Editor, que se aburre de escuchar el monótono sonido de las teclas y se va. Es la única vez que me dirige la palabra. Dice “Buenas noches, Maurice”. Se pone su sombrero, camina lentamente hacia la puerta (como si todo le pesara, o quizás esperando que yo le hable) y se marcha.