Un resorte empuja las grapas hacia adelante, las obliga a aceptar su única función en esta vida: unir papeles. Pero al hacerlo, al entregarse a su destino, las grapas terminan separándose de las otras. Da cierta tristeza ver sus piernas doblegadas ante la presión de la mano del burócrata que sonríe feliz porque ha terminado el informe que su jefe le ha pedido. Mientras tanto, las otras, las que permanecen dentro de la grapadora, respiran aliviadas y rezan por que el superior no pida dos copias del informe.
muy ingenioso!! Sobre todo el final. Que no pida dos copias el jefe pq se acaba la tranquilidad!!! Yo que siempre estoy buscandole la pata coja hasta a las grapas me he quedado pensando que debe ser una verdadera agonia esa de temerle a algo para lo que has sido concebido(a). No son acaso las grapas hechas para “unir” papeles? No deberian por eso ellas anehelar el ser usadas para lo que son? No me hagas caso. Musarañas mias! De veras me gusto mucho. Un abrazote
Gracias! Pero fíjate que la tristeza es del narrador, las grapas se entregan a su destino sin mucha ansiedad. 🙂