Entonces hablamos de la mermelada de naranja. Me dijiste: “Tienes que probarla”. Y me fui al mercado, como un loco, a comprar un pomo. “En la línea 5 está”, me dijo una señora de cabello rojizo y mirada tierna. “Pruébala con queso, te va gustar”, me dijo con una sonrisa que me pareció un tanto malévola. “Esas mezclas son siempre interesantes. El queso me imagino que sabes dónde encontrarlo”, murmuró la señora mientras se alejaba. Cuando regresé al apartamento, fui directo al cuarto a enseñarte lo que había comprado. Estabas echada en la cama completamente desnuda. Me dijiste: “Ya me imagino que sabes dónde debe ir la mermelada. No sé qué harás con el queso. Te lo dejo a tu imaginación.”
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