Resistencia (fragmento)

Posted: January 17, 2015 in fragmentos

Y ciertamente había escogido el camino más difícil pero a los ojos de los demás había hecho todo lo contrario y no había forma de cambiar esta percepción por mucho que lo intentara de modo que desistió de hacerlo y mientras el mundo iba por un lado él iba por el otro, llevando todas las cargas de su decisión (rehuía la palabra peso porque esa imagen no era la más precisa, no era pesadez sino ligereza; había soltado el peso pero asumido las cargas). Por las mañanas leía el periódico como siempre, tomaba café, daba una vuelta por el parque y observaba la realidad o lo que aparentaba serlo. Después la llamaba a ella a contarle sus pensamientos. Ella lo escuchaba con atención pero después le pedía que no pensara tanto, que no había mucho que pensar sino entregarse plenamente a lo que los dos habían decidido hacer con sus vidas. Él la escuchaba también con mucha atención y se calmaba por unas horas pero después regresaba a sus intensas meditaciones sobre la vida, el destino, los rumbos y las maneras extrañas (y quizás hipócritas) en que el mundo reaccionaba a lo que él consideraba una simple decisión de dos que se amaban. En la oficina le había contado a una secretaria, que también lo escuchaba con aparente interés y no lo juzgaba, muchas veces incluso le daba la razón, algo con lo que él se sentía incómodo también porque no le parecía sincero pero al menos lo escuchaba. No le quedaba mucha gente que lo hiciera. En realidad, nadie quería escuchar. Quizás debido a la intensidad de sus razonamientos y a la pasión con la que los defendía. Empezaba siempre diciendo que la amaba, que nunca había amado de esa manera. Pensaba entonces que cuando alguien dice esas cosas, es muy difícil que los demás le presten atención. El amor ha perdido mucha plusvalía, decía un amigo burlonamente. Pero él creía que todos se habían vuelto locos o que eran muy hipócritas y entonces dejaba de hablar porque no quería desgastar lo que sentía tratando de convencer a nadie. Se hacía un silencio raro que sus interlocutores a menudo interrumpían con alguna observación banal referente a su apariencia física. Has perdido mucho peso. ¿No estarás enfermo? Él entonces decía cualquier otra banalidad y se despedía rápidamente. Llegó un momento en que decidió no hablar con nadie más, no explicar nada y simplemente ignorarlos a todos. Eso no es muy saludable, le decía a ella, que siempre intentaba calmarlo cuando él se enfurecía con el mundo. En realidad, no se enfurecía, era una especie de desilusión que terminaba por deprimirlo, por sumirlo en una batalla quijotesca que lo desgastaba y a la que se entregaba con una energía que ella le pedía pusiera en otras cosas, escribir, por ejemplo. Escríbelo, escribe finalmente la novela que siempre has querido escribir, ponlo todo ahí, no te enfrentes con el mundo, o por lo menos hazlo de la manera que mejor sabes hacerlo, escribiendo. Entonces él la miraba, le tomaba las manos y la besaba con mucha pasión. Ella se echaba en el sofá y se desnudaba lentamente como le gustaba a él y hacían el amor. Con ella el sexo era distinto. En realidad, todo era distinto, pero el sexo más. No era el típico sexo espiritual de los que se aman, era una manera salvaje (casi primaria) de expresar los deseos de la carne a través de las danzas del sexo. Aunque se amaban, no era el amor lo que predominaba durante las sesiones de sexo sino la agresividad de la entrega total de dos cuerpos. Es tu piel, decía ella, es tu piel. Él le sonreía sin saber qué decir porque en su caso no había nada especifico que pudiera identificar, además nunca fue dado a esas precisiones que a pesar de su juventud ella era capaz de lograr sin mucho esfuerzo.

Resistir toda resistencia, decía él a menudo cuando se quedaba solo en su apartamento de las afueras, donde se había mudado después del divorcio. Le gustaba el sonido de la erre, esa fricción que producía su sonido. La palabra resistencia siempre le recordaba la Segunda Guerra Mundial y las sangrientas batallas, los campos de concentración, los bombardeos, el hambre, los juicios de Núremberg. Esta era otro tipo de resistencia, una que nunca terminaría en un libro de historia, no sería tan importante como para que se hablara de ella en las escuelas un día, pero para él (quizás no tanto para ella que era mucho más fuerte) era la resistencia, toda la resistencia.

¿Pero era acaso la resistencia más importante que el amor? ¿Por qué darle tiempo y espacio a algo que intentaba aniquilar lo único verdaderamente valioso que había ocurrido en su vida? Al conocerla a ella, su vida cambió radicalmente. Quizás no era tanto que hubiera cambiado como que hubiera retornado la ruta que se había borrado con el paso del tiempo y ella había vuelto a dibujar. ¿Cómo lo hizo? Él no sabía exactamente cómo lo había logrado. Pensaba a veces que era esa mezcla de inocencia y madurez que habitaba en ella.

Comments
  1. Ximena Gomez says:

    Lo leí con sumo interés, espero la continuación.

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