Con una copa de vino en una mano y un libro que ha prometido leer en la otra, él la mira desde el balcón; ella camina a su perro, y hay algo en su manera de moverse, en su desaliño, en el modo en que gira la cabeza para mirarlo a él antes de entrar a su apartamento. Hay algo en ella, se repite él y se da un sorbo de vino. Se acomoda en una silla blanca, estira las piernas y las apoya en una mesita de metal donde planta la copa de vino e intenta leer. Intenta porque su mente ha creado otra historia que insiste en ser leída.
¿Y qué pasa con el perro? No sé, pero me parece que ha de tener algo que ver con el fin de la historia…