Alguien hablaba de la soledad del oficio de escribir. Yo miraba hacia la piscina donde ella nadaba. Sus brazos son largos, pensé. Puede nadar mejor así. Nadaba como si no la estuvieran mirando, perdida en los movimientos que la conducían hacia su destino, pero cuando llegaba a él, no había júbilo, solo un cambio en la dirección del nado y un regreso al extremo opuesto de la piscina. La estuve observando durante un buen rato hasta que el que hablaba de la soledad de los escritores me preguntó qué yo pensaba del asunto y si tenía algún consejo que darle ya que estaba a punto de dedicarse a la escritura. Nada, le dije. ¿Nada?, preguntó él, medio asombrado. Sí, le respondí. Nada como ella.
estos mini-relatos de Sparks tienen la virtud de crecer cuando se leen. Uno queda siempre con las historias, haciéndolas ir y venir en alguna piscina personal.
Gracias, Tere. Me gusta eso de que crecen cuando se leen. 🙂
¡Muy bueno! Que el que no nada se ahoga…que el que nada no se ahoga…
Saludos, Teresita.
I like them both. Son como los pinchos de San Sebastian. Primero no sabes cual escoger; despues no puedes parar de comer. What an odd simile I choose ! ¿No?
Maestro, viniendo de usted, a quien admiro y respeto, qué puedo decir más que gracias.