Vibra el móvil. ¿Ya leíste mi ensayo?, preguntas. No, me entretuve leyendo a Kozer. Hago café. Un perro ladra. Me gusta ese sonido. Es un sonido hogareño. Pronto estaré de vuelta, me dices. Pronto. Abro un libro con pinturas de Miró. Esos colores básicos, esos dibujos simples. Ni básicos ni simples aunque lo parezcan, pienso mientras el perro vuelve a ladrar. Me pongo a leer tu ensayo. Te digo: Un sistema político diseñado por hombres, por supuesto, una campaña para la liberación de la mujer desde este punto de vista masculino no puede ser otra cosa que estrecha y paternalista. Qué feminista eres, respondes. Acerco la taza de café a mi boca. Lo bebo lentamente, como todas las mañanas. Te escribo: El olor del café es un olor hogareño. Esas cosas simples y básicas. Pronto, respondes, pronto.
Comments
un relato hogareño, sí señor, y tan bien hecho que voy a prepararme un café con espumita. Gracias, Maurice.
Pues yo no permitiría que me distrajese el ladrido de un perro, ni la lectura de un ensayo, ni siquiera la exquisitez de un café. Yo no postergaría por nada de este mundo la lectura de Kozer. Quizás cinco meses después prestaría atención a esas nimiedades.
Maestro, usted no cambia! Pero qué bien y qué bueno! Me he reído un montón, como siempre!
Gracias, Tere. Y hágase ese café! 🙂
Me encanta. El no reclamo. La no promesa. El no desespero. La no espera. Gracias 🙂
Gracias, Z, por leerme tan bien, desde siempre. Gracias a ti! 🙂