Un corredor me avisa que ha llegado el diluvio mientras se seca las manos embarradas de agua maldita. No es sangre, me dice y se sienta sobre la roca. No se va, se detiene, no se va, indaga, palidece, y ruge, se queda dormido y sigue rugiendo, sueña, habla sobre la invasión de las aguas, nada podrá contenerlas, dice, nada, seremos un reino oceánico, azul, eso es terrible, ¿te imaginas?, ya no habrá olas.
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