El gran Dodó, filosofo de lo ancestral y lo colorido, decía a menudo en sus charlas de domingo en la Casa de los Misterios, que lo persistente persiste y que los domingos por la mañana uno se puede distraer con los asuntos más insignificantes y desviarse, sin apenas notarlo, hacia un camino completamente único e irrepetible (cada camino lo es, pero a Dodó siempre le perdonábamos sus obsesión por lo obvio debido a su condición de filósofo). Esta mañana mientras leía a un poeta local recientemente fallecido, al que nunca le hice caso, pero al que después de su muerte he estado leyendo con auténtico interés porque es mejor de lo que parecía, mi gato empezó a jugar con su pelota de tenis conminándome a que le hiciera caso y jugara con él. Yo lo miré, tomé la cámara y en vez de jugar me puse a fotografiarlo y así estuve horas, perdiendo la noción del tiempo, perdiendo el tiempo y perdiéndome en él, y pensé en el Gran Dodó, en como todo lo persistente persiste y en lo extrañamente milagrosas que pueden ser las mañanas de domingo.
EL GRAN DODÓ, MI GATO Y LAS MAÑANAS DE DOMINGO
Posted: December 13, 2015 in calistenia, Uncategorized0