La señora mayor va de compras. Ya no maneja, ha perdido la visión, además, esta ciudad es de locos y hay que estar alertas en el tráfico. Toma un taxi, como de costumbre. El chófer le da los buenos días y le pregunta por Róger, su perro ciego. Ella sonríe y le dice que habrá perdido la vista pero no el estómago, que come mucho. El taxista responde: “Al mercado entonces.” Ella asiente y se acomoda en el asiento trasero un minuto antes de que el camión de la basura arremeta contra el taxi y lo reduzca a una masa amarilla de escombros.