En los sembradíos cercanos a Krome Avenue, hay unas letrinas que los americanos, en su peculiar modo poético, llaman “portable johns”. Convenientes casitas para el uno, el dos, el tres, incluso el cuatro. Le hacen a uno recordar los apuros por encontrar un rinconcito donde evacuar las necesidades en aquellos temporales campos de concentración que el gobierno cubano, con su también peculiar modo poético, llamaba “escuelas al campo”.