En la búsqueda infinita de infinitas circunstancias, el pez ha mordido por la boca, carnada típica, ha explorado hemisferios enlatados donde el roce de la maquinaria edifica hormigueros. (Tráguense el mensaje que ha llegado desde otros laberintos). El pez aguarda, confundido, agotado, sobrellevando lo traído y trayendo lo sobrellevado, sobredimensionando diminutas dimensiones, cargando pesos cargados de ligereza, calmando su sed con delirantes raciocinios, despejando la equis entre sorbos teoréticos, muleteando un lenguaje reiterativo, asediado por elogios elegíacos, disertando, diluyendo, disipando concretas afirmaciones, buscando un soplo suplicante, ardiendo en busca de maniobras discursivas, conectando puntos agobiantes, circunstanciando su desnuda multitud enunciativa.