Cuando el pavo real llegó a la fiesta, ya todos los demás animales estaban ebrios. Hablaban en voz alta y reían estrepitosamente. El pavo real se sentó solo en una esquina a admirar la belleza de sus plumas hasta quedar completamente ebrio de sí mismo. Entonces se unió a los demás y empezó a hablar alto y a reír sin parar hasta que se fue quedando nuevamente solo.