Nos dicen a menudo los que saben de estos menesteres que solo debiéramos escribir sobre lo que conocemos bien. Es algo que parece lógico y tiene sentido con bastante frecuencia como para parecer una verdad sólida e irrebatible. Pero también parece razonable la fascinación de escribir sobre lo que se desconoce, abrir a través de la escritura las puertas hacia lo desconocido, explorar ciertos universos mediante esos extraños símbolos formados por fonemas y grafemas y que enlazamos a través de la sintaxis, mecanismos lingüísticos en fin que nos conducen a algún sitio en el que no habíamos estado antes (llegar es conocer aunque superficialmente). La ignorancia como vehículo de conocimiento.