Archive for the ‘cortos’ Category

LOS TRES PESCADORES

Posted: October 25, 2020 in calistenia, corto, cortos

Es domingo en las tristes orejas de mi burro alcohólico, dijo Martín cuando en sus manos cayó una gota de lluvia y al mirar al cielo notó la extraña forma de unas nubes grises que se movían rápidamente. Siguió caminando hasta llegar a su destino: una cabaña que había construido en un claro cerca del río. Desde ahí podía escuchar las voces de los tres pescadores y la algarabía que formaban cada vez que uno de ellos pescaba algo. Venían desde muy lejos cada domingo, desde la ciudad enorme situada miles de kilómetros al sur, parqueaban sus carros cerca del río y desmontaban sus kayaks de pesca.   Con ellos, siempre traían suficiente alcohol para hacer sus jornadas de pesca una aventura emocionante. Por lo menos, eso decían a menudo. Martín los escuchaba frecuentemente hablar de sus deseos de escapar de sus vidas aburridas y monótonas y decir que solo se sentían vivos allí, en aquel río donde tomaban alcohol a sus anchas y de vez en cuando pescaban algún que otro salmón.

A eso de las seis de la tarde Martín escuchó el primer disparo seguido por insultos políticos. Uno de los hombres tenía una pistola en la mano y le apuntaba a otro que sangraba, pero no dejaba de gritarle al que le había disparado. Martín entró de nuevo a la cabaña a buscar su rifle y entonces sonó el segundo disparo. Cuando salió, Martin vio que el tercer hombre le había disparado al que tenía la pistola en su mano. Mientras corría hacia el río con su rifle, Martin vio como el tercer hombre introducía el barril de su pistola en la boca y se daba un balazo. Al llegar finalmente al río, Martín vio los tres cadáveres, cada uno en sus kayaks de pesca rodeados de salmones recién pescados y aún con vida.

LA LLUVIA

Posted: August 18, 2019 in corto, cortos

El hombre abrió la ventana y vio la lluvia. “Es algo natural”, dijo, y luego vio el viento. ¿Lo vio o lo escuchó? Entonces sus ojos cayeron en sus manos y los lanzó afuera, a fundirse con la lluvia.

“Palpo las gotas y escucho”, dijo. Luego dejó caer sus orejas y las imaginó flotando en la corriente. “Ya no llueve”, dijo el hombre, mientras el agua cubría todo su cuerpo. Al sentir que se ahogaba, dijo: “finalmente ha dejado de llover”.

EL ORIGEN

Posted: January 27, 2019 in corto, cortos
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El tiempo inventó su relojero”, nos dice Juan Gelman en un verso inteligente y memorable. Lo que me llevó a pensar que el tiempo no es invento del hombre sino al revés porque en el principio de los tiempos el tiempo se vio muy solo en el mundo sin nadie que viera o temiera su poder. De modo que tuvo que crear criaturas que lo midieran y se ajustaran a sus ritmos, reglas y condiciones. Y así el tiempo creó primero a Dios, luego al espacio y finalmente al hombre.

DYSTOPIAN

Posted: January 4, 2019 in corto, cortos

“You spray the soil, not the leaves”, I tell you, as you water the seedlings in the pots by the window and we discuss dystopian literature. “My favorite dystopian novel is ‘Lord of the Flies’,” you say. I look at you and ask you if you would like some tea. “I’m adding sugar this time, just a bit.” You nod your head and inspect one of the pots.

“I agree. It’s a basic human story. Humanity at its core. It probably is the most universal dystopian novel,” I finally say as I heat up the water for the tea.

“Is it time to replant these seedlings? Are they ready to be planted outside in the garden?”

“I’m not sure. Will they survive?”, I reply and hand you a cup of warm tea.

“Let’s wait then. They’re safe inside. So many bugs out there.”

PATENTADO

Posted: December 1, 2018 in corto, cortos

Un día escritor inventó un verbo y decidió registrarlo en la Oficina de Patentes del Estado. Fue un proceso engorroso como todo lo relacionado con estos asuntos burocráticos donde se requieren formularios, firmas y el visto bueno de notarios y funcionarios públicos. Pero finalmente lo logró.

De ahí en adelante cada vez que alguien quería usar el verbo, tenía que pedirle autorización por escrito y por lo menos con dos meses de antelación, además de pagar una suma considerable. Con el tiempo el escritor dejó de escribir ya que se acostumbró a vivir del verbo que había patentado.

Hasta que un día el verbo cayó en desuso cuando la Real Academia lo consideró un barbarismo anticuado. Entonces el escritor trató de inventar uno nuevo pero ya no sabía cómo. Además, tenía competencia. Otros escritores le habían cogido el gusto a eso de vivir de verbos patentados. Después de pasar años en la más oscura insignificancia, se le ocurrió una brillante idea: trabajar en la Oficina de Patentes del Estado.

Fíjate Feijóo cómo se fija la fama, partida en dos como el mar bíblico, una franja de luz y otra de sombra, fíjate no más Feijóo cómo está cayendo desde lo alto el sol en este día de ruidos, fíjate Feijóo en la muerte de estos peces que la lluvia arrastra hasta los pies del pueblo, fíjate en la faz de la finca feroz. Fíjate. Yo ya no puedo hacer nada, pero tú eres joven, tú tienes la fuerza que a mí me falta, Feijóo. Súbete a lo más alto y grita. Busca en la montaña la caverna de la que tanto hemos hablado y halla en sus paredes musgosas los dibujos que te describí cuando viniste a visitarme para que te contara cómo se cuenta y te conté y te describí paso a paso cómo se enlazan los sucesos y cómo se esculpe un personaje desde adentro hacia afuera y entendiste Feijóo y te fuiste a contar historias por los campos como un juglar y te escuchaban, te escuchaban calladamente para irrumpir luego en aplausos cuando terminabas la historia y todos creían que eras Dios pero más piadoso y te fuiste de pueblo en pueblo a hacerlos felices con tus fantasías de barcos piratas y tesoros escondidos en islas inhóspitas. He sabido de ti por las malas lenguas que son las que saben contar, he sabido de tus miles de aventuras en los llanos y las montañas, en los caudalosos ríos del este del país donde más de una vez estuviste a punto de ahogarte, he sabido de tus miles de amoríos y corazones rotos (las mujeres siempre quieren entregarte algo, ya sea una sopa caliente, un plato de frijoles o su cuerpo desnudo), me han contado sobre la vez que le gritaste al presidente que no era otra cosa que un general descolorido y alcohólico, entregado a la destrucción de su hígado y de una nación entera, me lo contaron, me lo dijeron Feijóo y me estuve riendo por horas, porque así se fija la fama, es como una costra que viaja contigo en cada camisa que te pones y en vez de ir aclarándose va oscureciéndose y creciendo, así es la fama, Feijóo, me cuentan de tu desdén por el ruido de las ciudades y como caminabas por las calles con las manos cubriendo tus oídos y no escuchabas a nadie, solo repetías que había ruido, mucho ruido y seguías camino a no sé dónde porque qué ibas a hacer tú en una ciudad si eres un hombre de monte, fíjate cómo es la fama, Feijóo, como un mar bíblico, una franja de luz y otra de sombra, que va contigo a todos lados, incluso después de muerto, así es la fama, Feijóo, así es la fama.


En la mano derecha, dos papas. En la izquierda, una lata de sopa. Se aproxima a la cajera y empieza a hablarle. Es alto, más bien delgado, canoso, pudiera tener unos ochenta años, pero habla rápido, con mucha energía. La cajera lo escucha mientras escanea sus dos productos. Él le alcanza su tarjeta de sellos de alimentos y le dice que tendrá quizás unos 8 dólares ahí, que eso debe alcanzar. Luego levanta la voz y dice:  “Mi primera patria en este país fue Hialeah. Mi segunda, la Pequeña Habana. Este país me salvo la vida. Yo la verdad es que ya estoy muy viejo y nada me apura. Mejor que lleguen otros primero. Total, si ya no hay nada para mí”.

EL DUEÑO DE LA LICORERÍA

Posted: January 3, 2018 in corto, cortos, Uncategorized

Ya no puedo tomar, me lo ha prohibido el médico, voy al Jackson, no tengo seguro, ahí pago una miseria y me atienden, los amigos piensan que este negocio deja mucho y no es cierto, apenas gano para pagar la renta, duermo en el cuarto de atrás, tengo espacio para una cama y un baño, nunca cocino, le compro comida a Zenaida, la señora que le da de comer al homeless de la esquina, es un alma de dios, ella, no el homeless, ese es un desvergonzado que se pone a orinar delante de todo el mundo, dice unas frases incoherentes que yo no entiendo, el asunto es que aquí la clientela es muy pobre y no compra mucho, ayer mismo vino un señor mayor con unas orejas enormes que hablaba muy alto y me compró una botella de whiskey del más barato, andaba con un hombre más joven que se mantuvo callado todo el tiempo, el asunto es que se sentaron allá afuera en el piso a hablar mierda, de libros y esas cosas, y esos son mis clientes, gente que gana apenas para comer y de vez en cuando darse un trago, y hablar mierda, eso sí, para eso tienen el uno, hay uno ahí que le dicen el bicicleta porque siempre anda en pedales, el tipo compra aguardiente y habla con una voz ronca de esas que te molestan y te dan ganas de mandarlo a callar, pero no me puedo fajar con los pocos clientes que tengo, me iba mejor cuando tenía el supermercado, era pequeño, es cierto, pero hacía buena plata porque era lo único que había por esa zona, después hicieron un supermercado Walmart y tuve que cerrar el mío, con esos precios no hay quien compita, claro, es el capitalismo, yo no me quejo, a mí me gusta así aunque me jodan porque va y un día me toca a mí joder, yo sigo soñando con ser dueño de una cadena de supermercados como Publix donde comprar es un placer y tumbar a Walmart ese, que se mete en todos lados y acaba, hoy quisiera emborracharme y sentarme allá afuera con todos esos borrachos y hablar tanta mierda como ellos porque llevo días sin dormir, preocupado por lo bajas que están las ventas este mes, lo más probable es que no me alcance para el alquiler, pero no importa, yo tengo un dinerito guardado ahí para eventualidades, bueno, en realidad lo tenía guardado para ir a Honduras a casarme, tengo una novia por allá, nos conocimos aquí pero la deportaron hace un año y yo prometí que iría a buscarla, casarnos primero, claro, y después traerla para acá, a ella y a sus dos hijos pequeños, ahí sí voy a tener que trabajar duro para alimentar tantas bocas, pero oiga, va y me pongo de suerte y el negocio levanta y abro un supermercado y acabo con el Walmart ese que jode a todo el mundo.

EL HOMELESS DE LA ESQUINA

Posted: January 3, 2018 in corto, cortos

Son inapreciables las secuencias del flujo, me dice el homeless de la esquina. Esa es su frase del día. Todas las mañanas crea una nueva y se pasa el día repitiéndola, cambiando la entonación, el orden de las palabras. Del flujo, secuencias son, inapreciables, dice ahora mientras acomoda un periódico en el césped para acostarse a tomar el sol. Apoya su cabeza en un diccionario Larousse y en un tomo del Book of Knowledge. Una señora mayor le trae comida todas las tardes y él le agradece el gesto repitiendo la frase del día en un tono suave, casi romántico. Ella lo mira y sonríe y dice estás más loco que una cabra, cómete la comida que se te va a enfriar. Él asiente con la cabeza y se pone a comer muy lentamente, como si no tuviera hambre y sólo comiera para hacerla feliz. Luego ella se marcha y él la sigue con la vista y dice: Son del flujo, secuencias inapreciables.

EL MAESTRO

Posted: January 2, 2018 in corto, cortos

El maestro vino a enseñarme a escribir. Dice que debo aprender ciertas cosas, que soy un niño de tetas, que debo dejar de escribir minirrelatos, que ya es hora de meterme en aguas más profundas. Viene de lejos, montado en una patineta, es un hombre muy viejo con unas orejas enormes, es cubano o dice serlo. “Don’t tell us we are not Cuban”, reza una campaña publicitaria de Bacardí, como si alguien supiera a estar alturas qué es ser cubano. Yo sí sé, me dice. El maestro quiere que escriba de Cuba, de cuando era pequeño, que narre las desventuras de crecer en el socialismo real, el divorcio de mis padres, los traumas de la niñez, el exilio, la familia desmembrada, la muerte de mi madre. El maestro tiene razón, pero yo soy un cobarde, los cobardes no pueden ser nunca buenos escritores, me dice. Y tiene razón. Me pide un trago de whiskey. Le digo que no tengo. He ahí tu problema. Un narrador que se respete siempre tiene whiskey en su casa. Le digo que lo mío es la cerveza y el vino. Claro, eso lo explica todo, me responde. Salimos entonces a la licorería de la esquina a comprar una botella. Este barrio es bueno, aquí hay muchas historias, abre las orejas, las mías me han ido creciendo con el tiempo, de tanto escuchar, no creas que las heredé de mis padres. Habla muy alto, casi a gritos, se mete las manos en los bolsillos y saca un billete de veinte dólares y me dice que ponga el resto. Compramos el whiskey y nos sentamos en el piso a beber. Aquí parecemos un par de homeless, nadie nos va a molestar, vamos a tomarnos el whiskey y después nos vamos por ahí a caminar por la Ocho, a escuchar. Se queda en silencio un rato, como perdido en la distancia, en algún recuerdo, entonces saca del bolsillo del pantalón una gastada libreta de apuntes y se pone a escribir con un lápiz, me ignora completamente cuando le pregunto qué escribe, es como si se hubiese desvanecido el mundo a su alrededor, me levanto del piso, agarro la botella de whiskey y regreso a casa mientras él sigue escribiendo. Una semana más tarde regresa con una botella de ron y una historia titulada “Por favor, no me digan que no soy cubano”.