Para evitar ansiedades innecesarias, el burócrata se prepara un tilo en el trabajo. Calienta bien el agua, deposita el paquete de té en el vaso y espera. En eso nota que ha dejado el tubo de Preparation H para las hemorroides encima del buró y que alguien se acerca a su oficina. Con rapidez de lince acomplejado, guarda el medicamento en la gaveta, pero sin querer golpea el vaso de té caliente que se derrama en su mano derecha y en los pantalones. De modo que cuando entra la visitante a su oficina, lo encuentra dando saltos como un loco y moviendo su mano derecha de arriba abajo mientras intenta secarse los pantalones. Entonces el burócrata comprende que no hay mucho que hacer y pregunta: “¿conoces algún remedio casero para las hemorroides”?
Archive for the ‘cortos’ Category
Blake es un tigre saltando en una escalera de auxilio de un viejo edificio de apartamentos en Centro Habana. Tómese un buche de alcohol, maestro, le dice el calesero de turno y en el bar de la esquina, Chucho coloca una moneda en la victrola para escuchar su bolero favorito mientras se toma el que promete será el último trago de la noche. Blake sigue saltando, escaleras arriba, como asustado y huyendo de unas llamas invisibles, sucumbiendo a la simetría sumisa de aquella sinuosa escalera. Te cambio un gato por dos perros, le dice un niño con orejas de elefante que lleva una caja sobre la cabeza y un pirulí en el bolsillo de su camisa blanca de rayas azules. Blake apresura su paso y llega a la azotea. Desde allí puede divisar toda la bahía, incluyendo el Morro, el Paseo del Prado y parte del malecón. En el bar Chucho escucha las notas finales de su bolero favorito. Recoge su sombrilla, se ajusta el saco y el sombrero y se dispone a emprender el camino de regreso a casa cuando ve a un hombre muy pálido con ojos de tigre abrazado a una escalera de caracol sobre la que parece flotar como si hombre y escalera se hubieran fundido convirtiéndose en un inmenso pájaro. William, William, le grita, pero el hombre no lo escucha y sigue flotando allá arriba hasta que finalmente se aleja tanto que es apenas visible.
Franz Kafka ha venido a sentarse en la sala de mi apartamento de la Pequeña Habana y ha pedido una taza de café cubano. Eso es imposible, le digo, es un proceso, una metamorfosis a través de la cual el café cultivado en Colombia llega a transformarse (una palabra que le gusta más a él que esa terrible que escogieron al traducir su Die Vermandlung , así que espero que el gusto lleve al entendimiento) en café cubano. Kafka se lleva las manos a la cabeza y me pide entonces que ponga un disco de Bola de Nieve y sonríe al notar el contraste entre la foto del compositor en la portada del disco y su nombre. De pronto se sienta en una esquina a esperar el café y va despareciendo hasta convertirse en aire. Lo respiro y entonces me siento a escribir este cuento, taza en mano, mientras Bola canta “Chivo que rompe tambó”, y una molécula de oxígeno se transforma en una historia que rueda sin parar desde lo alto de una montaña llamada Kilimanjaro donde antes fue la piel de un leopardo.
Un día creyó que se podía comer el mundo. Y lo logró. Ahora anda buscando la manera de vomitarlo.
Año 3010: Los habitantes de la Tierra elevan una queja ante el Consejo Planetario. No les parece justo que tengan una sola luna mientras Saturno tiene tantas. Saturno no cede. Mientras tanto, Plutón protesta para que dejen de considerarlo un planeta enano y Venus le pide el divorcio a Marte. El Sol, molesto con tanto desorden, suspende todas las garantías astroconstitucionales, implanta una dictadura planetaria por todos y para el bien de todos. La Luna terrestre se muda a otro sistema planetario y desde el exilio brilla con mucho más esplendor. Los terrícolas, mientras tanto, adoran al Sol por el día y en la noche le hacen plegarias a la Luna, ya tan lejana y apenas perceptible.
PLANILLA DE INMIGRACIÓN PARA ENTRAR AL PLANETA TIERRA
Posted: November 4, 2017 in corto, cortos, Uncategorized—¿Número de vuelo?
—Apollo 11.
—¿De dónde viene?
—De la Luna.
—¿Qué trae?
—Piedras y polvo.
Margarito, el sapo gritón, nos cuenta sobre su vida pasada mientras tomamos el refresco oscuro con azúcar verde que nos sirven todos los días a las diez de la mañana. Yo era grande y pintoresco, ahora soy gris y salto para mí mismo ante el espejo. Antes saltaba para el mundo y hablaba con entusiasmo y todos me miraban sin entender, pero enternecidos. Ahora estoy aquí, gritando (no hallo otra manera de hablar), mientras ustedes hacen como si me escucharan y beben ese líquido que nos adormece a todos.
Margarito sigue hablando, pero ya nadie escucha. Nos hemos quedado muy quietos observando las botellas de refresco vacías mientras esperamos que pasen las horas y las rellenen una vez más, como todos los días, a las diez de la mañana.
El colibrí abrió sus alas y atrapó un insecto. Luego se posó en una rama seca a devorar a su presa y pensó: Soy un águila. Después llegó un águila y se tragó al colibrí. Al volverse oscuro todo su alrededor dijo el colibrí: La oscuridad no importa. Tengo ojos de águila.
Cuando el pavo real llegó a la fiesta, ya todos los demás animales estaban ebrios. Hablaban en voz alta y reían estrepitosamente. El pavo real se sentó solo en una esquina a admirar la belleza de sus plumas hasta quedar completamente ebrio de sí mismo. Entonces se unió a los demás y empezó a hablar alto y a reír sin parar hasta que se fue quedando nuevamente solo.
Iba a dejar la bebida, pero la posibilidad de abandonar algo tan querido lo entristeció mucho y se puso a beber para ahogar las penas, que son tantas que se atropellan dentro de la copa de vino y por eso no lo matan.