DESYERBAR ES UN EJERCICIO ZEN
Desyerbar el jardín es un ejercicio zen. Algunos prefieren evitar estas tendencias asiáticas latentes en todos nosotros y aplican el remedio occidental: veneno con las hierbas malas. Mi problema es que todo lo cuestiono y me pregunto qué hay de malo en arrancarlas con las manos, acercarse a la tierra adonde iremos a parar después de parir. ¿Es pecado desear las carnes de tu mujer?, pregunta un vegano recién iniciado en el veganismo. Estos recién llegados y sus malas costumbres, es decir, sus dudas que son nada más que deudas. Yo respiro y respondo, guio sin salirme del guion o del guiñol. Sigo desyerbando, rodilla en tierra, absorbiendo la energía de las plantas, plantado en mi jardín como Cándido, nada de la cultura occidental u oriental me es ajeno. Hoy comeré del jardín. Mañana lo alimentaré.
Es domingo en las tristes orejas de mi burro alcohólico, dijo Martín cuando en sus manos cayó una gota de lluvia y al mirar al cielo notó la extraña forma de unas nubes grises que se movían rápidamente. Siguió caminando hasta llegar a su destino: una cabaña que había construido en un claro cerca del río. Desde ahí podía escuchar las voces de los tres pescadores y la algarabía que formaban cada vez que uno de ellos pescaba algo. Venían desde muy lejos cada domingo, desde la ciudad enorme situada miles de kilómetros al sur, parqueaban sus carros cerca del río y desmontaban sus kayaks de pesca. Con ellos, siempre traían suficiente alcohol para hacer sus jornadas de pesca una aventura emocionante. Por lo menos, eso decían a menudo. Martín los escuchaba frecuentemente hablar de sus deseos de escapar de sus vidas aburridas y monótonas y decir que solo se sentían vivos allí, en aquel río donde tomaban alcohol a sus anchas y de vez en cuando pescaban algún que otro salmón.
A eso de las seis de la tarde Martín escuchó el primer disparo seguido por insultos políticos. Uno de los hombres tenía una pistola en la mano y le apuntaba a otro que sangraba, pero no dejaba de gritarle al que le había disparado. Martín entró de nuevo a la cabaña a buscar su rifle y entonces sonó el segundo disparo. Cuando salió, Martin vio que el tercer hombre le había disparado al que tenía la pistola en su mano. Mientras corría hacia el río con su rifle, Martin vio como el tercer hombre introducía el barril de su pistola en la boca y se daba un balazo. Al llegar finalmente al río, Martín vio los tres cadáveres, cada uno en sus kayaks de pesca rodeados de salmones recién pescados y aún con vida.
La cerveza alemana es sutil, no te anuncia a gritos que es cerveza, lo sabes con cada sorbo, pero no piensas en ello conscientemente. Te sabes en presencia de algo que es lo que es y ya. Sin embargo, he notado que algunas cervezas artesanales te gritan con insistencia en busca de atención: viste qué sabor tan interesante, qué original, hazme caso, dime que te gusta, soy cerveza, dime que lo soy, dímelo, hazme caso, por favor.
Lo mismo se pudiera decir de ciertos autores. Unos son cervezas alemanas y otros son cervezas artesanales.
OPINIONISMO
¿Qué cantidad de opiniones se pudiera considerar saludable en una sociedad democrática? ¿Se puede medir eso? ¿Es bueno o malo que haya un exceso? ¿Y qué hace a una opinión buena, que sirva para algo? ¿Y qué es servir para algo? ¿Producir un cambio? ¿Es bueno que haya cambios? ¿Qué hace a un cambio bueno? ¿Que la gente deje de opinar sobre ese asunto en particular, es decir, que el cambio elimine el exceso de opiniones sobre el asunto? ¿Entonces si se deja de hablar del asunto, es que está resuelto? ¿Y si está resuelto, ya no hay opiniones? ¿Pero sin opiniones, hay democracia?
Pertenezco a un club de veganos anónimos y nos reunimos todos los viernes por Zoom ahora que hay cuarentena. Tomamos zumo de limo mientras conversamos animadamente por Zoom. Mayormente compartimos recetas y hablamos de nuestras amargas experiencias con los que aún son carnívoros ya que son gente muy agresiva y poco tolerante de la que tenemos que protegernos, por eso utilizamos seudónimos y nos cuidamos mucho sobre todo en Facebook donde si cuelgas una simple foto de tu almuerzo y no incluye un animal muerto, el que podrías terminar muerto eres tú. Utilizamos ciertas estratagemas para despistar a los carnívoros. Colgamos fotos de lo que parece ser manjares de carne. En realidad, no lo son. Son simulaciones de carne que compramos en una tienda online que se especializa en este tipo de props para veganos. A veces posamos en lugares salvajes como el Palacio de los Jugos y sonreímos alegres a la cámara mientras supuestamente nos sirven un plato de arroz, frijoles negros, bistec y papitas fritas. Pero lo que no saben es que tenemos una vegana infiltrada en el restaurante que se presta para la foto y hace como si nos sirviera esas asquerosas comidas. A veces animamos a los miembros del club que viven con carnívoros y son víctimas de la sorna agresiva de estos seres inferiores. Pero no todos son momentos tristes. Hay momentos muy excitantes como cuando alguien descubre algún vegetal exótico y describe su sabor. Las descripciones son muy precisas porque los veganos desarrollamos el paladar incluso mucho más que los catadores de vino. A veces también hablamos de política porque nos interesa mucho tratar de infiltrar una gran cantidad de veganos en las más altas esferas del poder para que así podamos seguir empujando nuestra agenda a favor de un mundo más civilizado donde los animales no sean parte de la dieta humana. Pero actuamos en silencio porque en silencio ha tenido que ser debido a la agresividad de los carnívoros y porque evitamos que salgan a la luz nuestros deseos de ser sombra.
Leyendo una reseña sobre el poemario más reciente de Gustavo Pérez Firmat, “Viejo Verde”, descubro que Bertolt Brecht había escrito un libro de cuentos breves titulado “Las historias de Mr. Keuner”. Ni corto ni perezoso (aunque me han acusado de ser ambas cosas: corto por lo de breve, aclaro, que después hablan cosas malas las malas lenguas), busco el libro en la internet. Primero busqué el PDF gratis para poder leerlo en el Kindle, una obsesión mía reciente, pero eso es harina de otro costal. Al no encontrarlo, busqué en Amazon, es decir, ese universo donde está todo, incluso Dios, y ahí encontré el libro. Cuando llega el ejemplar, me doy cuenta que había pertenecido a la biblioteca de una universidad de New York, St. John Fisher College, que según tengo entendido es un liberal arts college. Mordido por la curiosidad, busco el catálogo de la biblioteca de St. John Fisher College y en efecto ya no tienen el libro. Abrumado por un coraje de madre (y una clase de cargo de conciencia), me pregunto qué hubiera hecho el señor Brecht ante tal dilema. Entonces abro el libro y me encuentro lo siguiente: “Quien posee el conocimiento no debe luchar o decir la verdad…Quien posee el conocimiento tiene una solo virtud: la del conocimiento”. Entonces ni corto ni perezoso, le arranco la etiqueta que marca al libro y lo identifica como propiedad del St. John Fisher College y me pongo a leerlo.
Entro a un McDonald’s. Tengo deseos de comer un hash brown acompañado de un vaso de leche. Me siento como un traidor a la causa de la buena salud. Hoy no hay escuela y el lugar está lleno de niños con sus abuelos. Veo a un joven sentado en una esquina. Lleva ropas sucias. A su lado derecho, apoyada en la pared, una vara de pescar. Parece homeless. Un abuelo con su nieto se le acerca. Hablan algo y se acercan a la cajera. El abuelo le compra un desayuno al joven, se despide de él y sale del local con una sonrisa en su rostro. De la mano lleva a su nieto, que también sonríe.
– ¿Has visto cómo ha ido cambiando el downtown con todos estos edificios nuevos?
– Sí, pero lo malo es que todavía hay homeless.
– Pero, bueno, este es su hábitat. Nosotros hemos venido a desplazarlos, son como esos pájaros que aún se posan en los árboles de un Walmart recién construido en los suburbios.
I’m going to catch a fish for you
And place it in your mouth.
Knee-deep in the river, fishing rod in one hand,
Firmly stepping on the mud, undisturbed by the stream,
I will stand like a dead tree, eyes like a hawk, waiting,
Waiting for the fish to be drawn to the bait like scrap to a magnet,
Like silence to desolation, like a magician to illusion.
I will catch a fish for you, and place it slowly in your mouth,
And watch you devour it, piece by piece,
And then throw it back into the world,
Renewed and reborn, released and reshaped,
Swimming back into the river, a water creature
Forever floating in the current.
El hombre abrió la ventana y vio la lluvia. “Es algo natural”, dijo, y luego vio el viento. ¿Lo vio o lo escuchó? Entonces sus ojos cayeron en sus manos y los lanzó afuera, a fundirse con la lluvia.
“Palpo las gotas y escucho”, dijo. Luego dejó caer sus orejas y las imaginó flotando en la corriente. “Ya no llueve”, dijo el hombre, mientras el agua cubría todo su cuerpo. Al sentir que se ahogaba, dijo: “finalmente ha dejado de llover”.